Como en todo, la confianza no se debe, sino se construye. Y se construye con buenas experiencias que permitan confirmar la oferta de valor, con beneficios claros y tangibles de aquello que se adopta. Porque no se puede esperar que se tenga confianza de la noche a la mañana; sería como entrar a un bar, acercarse a alguien y pedir se case con uno… una locura, nadie se casaría con otra persona simplemente así de pronto.
Lo mismo sucede con las nuevas tecnologías. Debe haber una experimentación, seguida de una buena experiencia y con ello, buenos resultados; por lo menos más “pros” que “contras” para llegar a la conclusión, que lo que se adopta es bueno.
Lo mismo le pasa con las herramientas y soluciones digitales. Al principio existe una resistencia en la adopción. Pero con el paso del tiempo, hasta aquellas personas que decían: “yo a eso no le entiendo”, hoy compran en línea como cualquier adolescente.
Y es que lo “digital” facilita la vida. Yo no hubiera creído hace una década, que una entidad financiera pudiera controlar de punta a punta una cartera de crédito de manera descentralizada, con personas en locaciones geográficamente distintas y todo con tabletas digitales. Hoy es posible, y de la misma manera en que las herramientas digitales hacen que la vida de las personas sea más fácil, también las de las empresas.
Son soluciones que permiten moverse con gran agilidad, conservando seguridad y robustez. Permiten crear capacidades y competencias que abren la puerta a nuevas posibilidades.
Hoy veo entidades financieras que tienen la posibilidad de ofrecer productos financieros más rápidos que cualquier banco y con una sofisticación acorde a las necesidades de sus clientes (tenemos un artículo que habla de ello, que te dejo aquí).
Son esas capacidades digitales, las que se han convertido en la columna vertebral de una confianza sistémica, porque permiten delegar a las soluciones hacer los que los americanos llaman el “heavy lifting”.
Son herramientas que permiten operan con mínimo riesgo de error, el mismo tiempo que maximizan las capacidades de los equipos. Porque se dejan de lado la táctica, para centrarse en la estrategia.
Y es que esa confianza que ha construido la era digital solidifica y apuntala cada actividad, cada nuevo producto y proceso, así como cada iniciativa de expansión. Porque la mayor parte de las nuevas ofertas de valor en cualquier industria, tendrán como columna vertebral un fundamento digital; no importa si se trata de nuevos vehículos, redes eléctricas o productos financieros.
Pero ese fundamento debe construirse, adoptarse, adaptarse y permitirle ser el habilitador de negocio que todas las organizaciones buscan. Y no es que el acceso e inclusión de la tecnología sea complicado, porque ya no lo es. Sino lo complicado es el cambio cultural para crear esa confianza y uso... eso toma tiempo.
La tecnología seguirá evolucionando, incrementando y mejorando las capacidades. El reto, es seguirle el paso para hacer ese cambio lo más pronto y ágil posible, antes de que ese cambio (cultural), sea el principal impedimento para hacer frente al futuro.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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