En esta ocasión, quiero escribir una reflexión sobre los 3 principales obstáculos (o percepción de obstáculos) que hemos observado, y que impiden que una organización dé el paso a convertirse en una institución Fintech.
Porque hay que decirlo, ser Fintech ahora es más fácil que nunca. Pero hay organizaciones que arrastran sesgos o paradigmas del pasado; porque alguna vez lo intentaron y fallaron con costos enormes o porque algún tomador de decisión tuvo una mala experiencia y busca que ésta no se repita. Y no juzgamos la precaución, porque esa siempre es importante y nunca es conveniente “arrojarse al mar” sin antes tener a la mano por lo menos la información mínima que permita tomar o no la decisión de “entrar al agua”.
Sin embargo, en ocasiones esos “miedos” crean escenarios que ya no son vigentes (aunque antes pudieron haberlo sido). Miedos, que impiden que una entidad financiera evolucione y acceda a la carrera digital sin “morir en el intento”.
Aquí te presentamos los 3 principales obstáculos, identificados a lo largo de nuestra experiencia, que impiden que una organización se convierta en parte del ecosistema Fintech:
Obstáculo 1: Regulación
Para poder abordar este punto, es importante explicar la diferencia entre una Fintech y una Institución de Tecnología Financiera (de acuerdo a la definición regulatoria y regulable, de las autoridades mexicanas). Una Fintech es toda empresa que pertenece al ecosistema del mismo nombre por el simple hecho de habilitar sus productos, servicios financieros, a través de habilitadores tecnológicos. Ya sea para únicamente una etapa de la administración de la cartera o para todo el ciclo de vida, con una visión holística-digital de la misma.
En cambio, una Institución de Tecnología Financiera, sólo es aquella que cae en una de las cuatro acepciones establecidas por la ley (Ley para Regular las instituciones de Tecnología Financiera):
1. Que se trate de una institución de procesamiento de pagos; es decir que administre y transfiera recursos que se originen de una transacción de intercambio financiero por medios digitales
2. Que se trate de una institución de financiamiento colectivo (Crowdfunding), sin importar la naturaleza o destino de recursos
3. Que se trate de una institución originadora o administradora de activos criptográficos monetarios (cripto-monedas), o
4. Que se trate de una institución cuyo modelo de negocio sea la gestión física de activos monetarios a nombre de terceros a través de habilitadores tecnológicos y cuyo modelo de negocio no esté contemplado en alguna de las figuras contempladas por la regulación; es decir que maneje dinero de alguien más, apalancado en herramientas o soluciones digitales. A esto último, la ley lo considera como un “modelo novedoso”.
Por tanto, una empresa cuyo modelo de negocio es el otorgamiento de crédito o arrendamiento y pasa de un modelo de administración física a uno digital, se convierte automáticamente en una empresa Fintech, sin la necesidad de ser objeto de una regulación adicional (Ley para Regular las instituciones de Tecnología Financiera). Esto significa (por ejemplo), que una SOFOM digital es una Fintech, pero no es una Institución de Tecnología Financiera.
Obstáculo 2: Complejidad
Cuando hablamos de tecnología, es casi imposible en cierto momento tocar o abordar algún término tecnológico. Simplemente porque si hablamos de tecnología, esos términos estarán presentes en algún momento la conversación (nos guste o no). Pero lo mismo pasa con términos contables, fiscales, actuariales, legales, de cobranza, etc. Cada disciplina y ámbito de competencia dentro del día a día de una organización, toca o aborda términos técnicos dentro de esa misma disciplina.
En el terreno de la tecnología, esto no es distinto. Sin embargo, cuando salta algún término tecnológico en la conversación, casi de manera inmediata parece crearse un miedo (desde nuestra perspectiva) infundado que, hace que todos dejen de escuchar y digan: “eso yo no lo entiendo”.
Lo curioso, es que todas esas personas que probablemente le tienen miedo a la tecnología, usan Netflix, Google, Microsoft y un sinnúmero de redes sociales (todos los días). Todas estas herramientas y soluciones son altamente tecnológicas y, en más de un aspecto, tocan términos de configuración bastante técnicos (desde el punto de vista tecnológico).
¿Entonces dónde está el miedo (u obstáculo)?
Lo que hemos visto, es que a medida de que la tecnología tiene más injerencia en nuestro día a día, los términos tecnológicos comienzan a ser más frecuentes en conversaciones de otras disciplinas (legal, contable, de cobranza, etc.) y eso crea un sentimiento en algunas personas de “la responsabilidad” por tener que comprender y hablar en términos tecnológicos, cuando ese no es su ámbito de competencia. Es como si la tecnología los inundara e invadiera dejándol@s vulnerables. Y sí, la tecnología nos ha invadido (creo que en su mayoría para bien), pero no debe considerarse como detonador de vulnerabilidad.
Pero de la misma manera en la que un “asiento contable” tiene ciertas reglas que conviene que sean comprendidas por todos, no quiere decir que (todos) deban aprender contabilidad (ni tecnología, haciendo el comparativo). Sino sólo aceptar que la contabilidad (o tecnología) es un elemento más que tiene ciertas “reglas” y que su único propósito es habilitar y facilitar.
La ventaja (en hoy en día), es que la tecnología es más amigable que nunca y existen empresas (como Croop) que buscamos todos los días cerrar la brecha de complejidad en la adopción digital, poniendo al frente de cada desarrollo e innovación, la experiencia de quienes la usan.
Sí, la tecnología es compleja, pero no debe ser complicada (ni en su adopción, ni en su uso). Porque la complejidad es uno de esos estigmas que la tecnología ha buscado continuamente desaparecer, centrando la innovación en simplicidad, agilidad y cada vez mejor experiencia. Pongamos, por ejemplo, el Tesla. Sin duda, es un vehículo cuya tecnología es complejísima; desde la innovación en su motor, hasta los algoritmos de software para hacer múltiples acciones como la conducción autónoma. Pero no porque tenga una tecnología compleja, significa que sea complicado manejarlo. Es más, es tan amigable que no requieres conocer absolutamente nada de tecnología para poderlo utilizar, porque así debe ser la tecnología
Y es por ello, que desde nuestra perspectiva, la complejidad ya no debe ser un obstáculo para acceder al ecosistema Fintech; es más, hoy en día, tecnologías ágiles como las de Croop, permiten volverte Fintech en no más de 30 días… así o más rápido.
Obstáculo 3: Costo
El costo está intrínsecamente asociado con 2 factores (principalmente):
El primero: sofisticación - porque siempre habrá productos y servicios sofisticados, de élite o con elementos que los hacen “exclusivos”. Muchos de ellos, sólo buscan aportar (unos de manera ficticia y otros de manera tangible) más valor o bien, que la persona (totalmente válido) ve en ese producto o servicio un valor excepcional y está dispuesto a pagar más por ello. La tecnología no debe caer en este apartado; porque ésta tiene el propósito de democratizar, facilitar, reducir costos y aumentar valor como habilitador del negocio (en el ámbito en el que estamos conversando). Por tanto, la tecnología debe ser accesible a costos razonables.
El segundo factor es: complejidad. Es decir, algo que es complejo, requiere muchas horas hombre de trabajo y/o muchos elementos o insumos que encarecen el producto o servicio. En muchos casos, esto no puede evitarse si es que se quiere “ese producto o servicio” sea más innovador que cualquier otro y cuya oferta no es (aun) tan amplia para reducir costos en una economía de escala.
Retomemos el ejemplo del Tesla. Sin duda (para aquellos que nos encanta la tecnología), es una joya de ingeniería. Simplemente el costo diseño y desarrollo de un producto tan complejo como ese, provoca que el costo del producto final no pueda ser económico de manera unitaria. Y es lo que sucede con soluciones hechas a la medida o bajo solicitudes muy específicas.
Sin embargo, cuando el costo de esa complejidad es diferido a través de un producto o servicio “masivo”, hace que los costos puedan reducirse. Y es ese el reto de la tecnología en los servicios financieros (nuestro reto), para hacer herramientas y soluciones que puedan adaptarse a las necesidades de múltiples empresas, permitiendo la personalización de cada una y respetando su “salsa secreta”.
Por ejemplo, en Croop, no sólo hemos logrado hacer sencillo lo que antes parecía complejo (ser Fintech en 30 días o menos), sino que también lo hemos hecho al costo correcto porque nuestra metodología de innovación y servicio, nos permiten ser más eficientes y eficaces para entender y adatarnos a nuestros clientes, porque así debe ser la tecnología.
En un entorno tan competitivo, con clientes cada vez más digitales y retos crecientes ante una nueva normalidad, suena imprescindible el explorar nuevas alternativas en el terreno tecnológico-digital, sabiendo (que es lo que buscamos transmitir a través de este artículo), que entrar a la carrera digital no debe ser costoso, ni complejo.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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