Desde hace algunos años (no muchos), las organizaciones comenzaron a adoptar un nuevo pensamiento; uno en el que cambió la manera de ver a la tecnología. Ésta pasó de ser únicamente una herramienta (como una computadora o un programa), a convertirse en un habilitador de negocio.
Con el tiempo (y ahora más que nunca), la tecnología nos ha abierto posibilidades que antes no creíamos imaginables. Nos ayuda a encontrar direcciones, coordinar nuestra agenda y hasta facilitar la compra de la comida de la semana. Es el aliado perfecto para todas las actividades del día a día y cada vez somos más dependientes de ella.
Unos lo ven mal, algunos peligroso y otros más (me incluyo yo), como una oportunidad fantástica para hacer la vida más fácil. Pero la tecnología no llega por “arte de magia”. Se requiere el impulso de personas y organizaciones que busquen un por qué… un algo en donde la tecnología pueda ayudar a facilitar las actividades, reducir fricción y mejorar la experiencia de quien la usa.
Es ese “por qué”, el que permite innovar para crear soluciones que aborden aquellos puntos de mayor dolor para las organizaciones, usuarios y clientes.
Nosotros (Croop), justo nacimos para ello. Identificamos que las soluciones que se encontraban disponibles para la administración de cartera, se quedaban al nivel de herramientas (unas buenas y otras no tanto). Pero dejaban de lado el principio básico de la innovación.
Es decir, existían herramientas tecnológicas que (valga la redundancia) tecnológicamente funcionaban bien, pero no mejoraban las capacidades de negocio ni la experiencia de quienes la usaban. Eran simples máquinas que a veces se ganaron el apodo de “males necesarios”. Artefactos que visualmente no invitaban a trabajar y que no ponen el objeto y objetivo de negocio en el centro del propósito mismo para el que fueron hechas.
Y es que la tecnología y quien la construye, no pueden estar aislados del conocimiento y sensibilidad del negocio. Los tecnólogos deben embeberse y hablar cada aspecto de la organización, para idear y proponer una mejor manera de hacer las cosas, apalancadas en soluciones tecnológicas que faciliten, habiliten y automaticen las actividades. Tienen que ser aliados estratégicos en todos los sentidos.
Son los tecnólogos quienes deben impulsar la innovación. Pero no innovar por innovar, sino hacerlo con un propósito específico; el de impulsar las capacidades de la organización.
Ese, es el "por qué" de la innovación y de la existencia de empresas como Croop. Que a pesar de no contar con decenas de años en el mercado, comprenden (comprendemos) las dolencias de las organizaciones y que, con ideas frescas, buscamos encontrar el “cómo sí”. Esa es la única razón de nuestra existencia.
Hoy el proveedor de tecnología (interno o externo), no puede ser un “maquilador de software”. Debe tomar un rol protagónico como co-creador de soluciones, entendiendo perfectamente el negocio y ayudando a la organización a cumplir la estrategia.
Es justo ahí donde comienza el camino de la innovación, en poder contar con un aliado tecnológico que comparta la visión y la misión de la organización. Que comprenda y pueda plasmar en soluciones tangibles, flexibles y funcionales, las necesidades de negocio teniendo como prioridad al usuario y al cliente. Se trata de un enfoque distinto, donde el negocio y la tecnología sean co-creadores y no sólo clientes - proveedores.
Son las nuevas ofertas de valor, las que pueden ofrecer ideas frescas y perspectivas de colaboración distintas a las tradicionales, para crear disrupción e ir más allá, compartiendo la visión de las organizaciones.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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