A través de algunos años atendiendo clientes del sector financiero no bancario (crédito y arrendamiento), hemos tenido muchas solicitudes, puntos de vista, y recomendaciones que retroalimentan, robustecen y enriquecen nuestras funcionalidades Fintech y, que al ser implementadas a través de una arquitectura de negocio tecnológicamente modular con base en parámetros, pueden ser aprovechadas por todos nuestros clientes; funcionalidades que facilitan la operación del día a día y del cumplimiento tanto interno como externo. Uno cada vez más automático y confiable.
Sin embargo, en estos años también nos hemos encontrado con solicitudes y hasta exigencias que parecen haber emanado de una visión que busca replicar las bondades, pero también los vicios que ocasionan las hojas de cálculo.
Hablo de cosas tan simples como “borrar un valor”, “cambiar una cifra” o “ajustar un saldo”. Son acciones tan cotidianas, pero tan nocivas que se encarnan en la operación diaria hasta el punto de volverse “normales” (la norma).
Se trata de vicios heredados de prácticas no estandarizadas, no alineadas y no reglamentadas de experiencias previas (las de las personas que operan), que no han pasado por la rigurosidad y escrutinio de la definición ordenada de reglas de negocio que adapten buenas prácticas a lo largo de toda la organización; vicios que simplemente no se puedan pasar por alto.
Habrá quienes digan: “eso no sucede en mi organización” o “así operamos nosotros y nunca ha pasado nada”. A veces porque se tiene una gran confianza (que no es malo) en colaboradores que tienen mucho tiempo en la organización o simplemente porque nunca se ha puesto bajo cuestionamiento si la manera de trabajar es “el deber ser”.
Pero lo cierto es que esos colaboradores de confianza, a veces dejan la organización y aquello que siempre había operado correctamente, de pronto deja de hacerlo. O aquello que nunca había ocurrido: un error o un fraude, ya sea por dolo o descuido, de pronto ocurre… porque nada pasa hasta que pasa.
Desde nuestra fundación, esto nos ha puesto a reflexionar y nos ha empujado a evolucionar como una organización responsable por la correcta administración de la información, de la trazabilidad de la misma y de su consistencia a través del tiempo. Responsabilidad que se traduce en la confianza que clientes han puesto en nosotros y que no podemos romper sólo por atender solicitudes disfrazadas de “necesidades Fintech” que en realidad no lo son.
Nos hemos dado cuenta que el rol que jugamos, no sólo es el de proveedor de tecnología, sino el de un aliado de negocio en quien nuestros clientes han depositado la confianza de una operación saludable y que, en más de una ocasión, nos obliga a cuestionar (de manera positiva) el uso o aplicación real de solicitudes, para confirmar que éstas no sea simples “caprichos” que detonen factores de riesgo o vulnerabilidades para la organización en el largo plazo… plazo en el que posiblemente quien “pidió algo” ya no sea parte de la propia organización.
Una y otra vez hemos confirmado que ese enfoque es el correcto. Porque no sólo somos los proveedores de la tecnología que habilita la operación de nuestros clientes (financieras no bancarias) en el día a día, sino también somos los responsables de la custodia, seguridad y consistencia de la información histórica; responsabilidad que nos tomamos muy en serio.
Particularmente cuando la organización sufre rotaciones de mandos medios o niveles operativos, es cuando constatamos (y nuestros clientes nos lo han mencionado) que esas reglas de negocio y disciplina en funcionalidades consistentes y automáticas que diseñamos, implementamos y mejoramos, cobran mucho valor. Es entonces que no importa quien se vaya o quien llegue, la información, operación e historia mantienen consistencia y trazabilidad lo largo del tiempo.
Es un enfoque que en ocasiones nos ha costado trabajo transmitir, para convencer sobre las bondades de aceptar reglas de negocio estandarizadas que, aunque estrictas, buscan proteger la integridad de la operación previa y futura de la cartera; reglas de negocio que lamentablemente no todos los proveedores de tecnología en este sector toman como dogma disciplinario en las soluciones que ofrecen. Proveedores que ceden para “hacer lo que sea” por ganar un contrato, aun cuando ello implique un riesgo futuro no identificado para la organización. Riesgos que continuamente confirmamos que se materializan cuando los equipos cambian y sólo dejan como rastro la frase:
“nadie sabe cómo funciona, porque quien lo definió, ya se fue”.
Nosotros estamos convencidos que esa disciplina agrega valor. Es ese valor que evoluciona a través de necesidades reales Fintech para enfrentar los retos futuros, dejando de lado deseos caprichosos que posiblemente fueron heredados de actividades no sujetas a una estandarización automática como la que ofrecemos. Una óptica que consideramos uno de nuestros grandes valores, como pilar tecnológico que somos para nuestros clientes.
Son clientes, nuestros clientes (entidades financieras no bancarias) que hoy orgullosamente son reconocidas como Fintech a través de diversos radares, apalancados por la tecnología de Croop.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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