Sin duda, una de los mayores discusiones que he escuchado de diversos tomadores de decisión (en el sector de servicios financieros), es sobre “el momento correcto” para iniciar una transformación digital.
Algunos piensan que “es demasiado pronto” y es conveniente esperar y ver cómo se comportan los clientes, tendencias y competidores, y otros que “ya demasiado tarde” y alcanzar a quienes nacieron digitales, sería muy costoso. Es entonces que prefieren mantenerse en un nicho del que esperan no haya un cambio sustancial en la relación con sus clientes y que estos, no se vean provocados para buscar experiencias más digitales; insisto, en el terreno de los servicios financieros.
La primera postura (esperar), implica un riesgo importante porque no sólo resultará más costoso al acelerar la inversión de transformación, sino que imprime mayor estrés a la organización al buscar una adopción de cambio en poco tiempo (desde la perspectiva de un ajuste operativo / administrativo ordenado).
Esto, porque toda transformación tecnológica implica también una adecuación interna, no sólo en tecnología, sino en cuanto a procesos, procedimientos y métodos. Es, por tanto, que el costo no sólo es cuantitativo, sino también cualitativo a través de toda la organización. Es un ajuste que, de empezarse lo más temprano posible, permite a la organización acoplarse de manera paulatina y orgánica. De lo contrario, podría derivar en un riesgo operativo por errores ocasionados por la premura en adoptar nuevos modelos en un menor tiempo.
Por el contrario, la segunda postura (resignarse), presume una especie de derrota inminente (con base en el punto anterior), porque puede asumirse con poca evidencia y de manera equivocada, que el costo a ese momento que sería una inversión no retornable (cuantitativa o cualitativamente).
Es este escenario el que sufren muchas organizaciones, ya sea una especie de parálisis por análisis o una triste resignación; ambos, que derivan en el mismo resultado: NO APROVECHAR LA OPORTUNIDAD y ser rebasados por sus competidores al grado de dejar de ser una opción para sus clientes.
Y resulta ser casi anecdótico comentario, porque varias organizaciones en contextos similares han pasado por los escritorios de quienes recuperan de casos de negocios sobre lo que no hay que hacer; casos que muchos conocemos y que algunos que hasta hemos recordado en este blog, como los de Bluckbuster o Kodak, quienes no aprovecharon oportunidad de transformación y resultaron en una quiebra inevitable.
Ambas posiciones presentan un riesgo importante. El esperar puede hacer que cuando se quiera reaccionar efectivamente sea tarde y, por tanto, costoso. Y la segunda, asume que habrá quienes sigan operando como en 1990, pensando que no habrá nuevas generaciones que dirijan las decisiones y exigencias (desde el punto de vista de clientes) del futuro.
Pero lo único cierto, es que no existe como tal un mejoro momento para iniciar una transformación digital, que HOY. Porque hoy, la organización sigue operando de manera normal (lo que indica que aun no es tarde) y nunca habrá sido demasiado temprano para innovar.
Y no quiere decir que se deba transformar la operación actual con la urgencia de tirar el andamiaje vigente, ¡NO! Por el contrario, iniciar la transformación lo más temprano posible, permite una convivencia de modelos, incentiva la adopción y mitiga de manera orgánica los impactos por los ajustes, tanto en el equipo de trabajo, como en la operación en su conjunto.
Es pues que la carrera digital es como el deseo o voluntad de bajar de peso. El mejor momento es HOY, aprovechando que justamente HOY (en la medida de las exigencias presentes) no hay una urgencia de supervivencia empresarial que obligue, de manera inminente, a esa transformación; luego, podría ser demasiado tarde.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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