Históricamente la tecnología había jugado el rol de proveeduría de herramientas para facilitar el día a día de la organización; desde la compra de equipos de cómputo, pasando por la habilitación del correo electrónico, hasta la puesta en marcha y administración (tecnológica) de los sistemas o soluciones de uso cotidiano en la empresa.
Resultaba (y aun sigue siendo vigente en muchas organizaciones), que la gran mayoría del tiempo las personas lo invierten en “asegurar” la consistencia de la información (confirmar que el número cuadre), en vez de dedicar ese tiempo en identificar nuevas estrategias, productos, sectores, segmentos o elementos que atraigan más y mejores clientes.
Y es que aun hay personas que consideran que la tecnología es una especie de “bicho raro” que opera en otro terreno; uno en el sótano de la organización (figurativamente hablando). Sin embargo, hoy por hoy, el rol de la tecnología juega un papel importantísimo para conectar, resguardar y habilitar el intercambio de información, tanto para el análisis, como para la administración del día a día del negocio.
Con el paso del tiempo, el rol de la tecnología a evolucionado para establecerse como el aliado de negocios perfecto para el diseño de una estrategia empresarial innovadora que haga frente a los retos del futuro; una donde ésta (la tecnología) pueda ayudar a romper el paradigma del trabajo en “silos” para evolucionar hacia una organización integrada digitalmente, donde la información fluya de manera consistente a través de toda la cadena de valor.
El rol de la tecnología ha cambiado (evolucionado). Pasó de ser el simple abastecedor de “fierros” a volverse uno de los elementos más cruciales en la estrategia, ayudando a plantear “los qué’s” y “los cómo’s” para un futuro exitoso. Y es que una estrategia sin tecnología resulta poco alcanzable, así como una tecnología sin estrategia resulta en acciones sin sentido porque hoy en día, en cada vez más sectores y organizaciones, no tiene sentido hablar de una sin la otra.
Sin embargo, para que la tecnología efectivamente se convierta en “EL SOCIO DE NEGOCIOS” de la organización, no sólo ésta (la organización) debe conocer a la tecnología, sino que esta última (la tecnología) debe conocer y entender a la organización, su modelo de negocio y a sus clientes.
Parece tonto, pero hemos visto en múltiples ocasiones que pareciera ser que se tratan como entidades distintas (la empresa y su tecnología), donde el sistema no se habla con el modelo de negocio y el negocio avanza sin considerar las aportaciones o competencias que brinda tecnológica, considerándola sólo como una pieza más en todo el rompecabezas; eso ya no es vigente.
La tecnología por su parte tiene un reto importante. Ésta debe comprender a la organización y avanzar de la mano con ella, ajustando la manera en la que opera a través de una perspectiva de agilidad e innovación, que permita desarrollar la nueva generación de competencias, automatizaciones, creación de nuevos servicios y expansión de más capacidades que den a la organización el potencial que necesita para hacer frente a los retos de clientes cada vez (digitalmente) más demandantes.
Se trata de una manera diferente de entender a la tecnología y que ésta, a su vez, comprenda al negocio. Es por ello que me atrevo a decantar lo anterior en 3 aspectos fundamentales para definir el nuevo rol de la tecnología en las organizaciones:
1. Reinventar el papel de la tecnología en la organización
Con base en la importancia que hoy en día la tecnología tiene en todos los procesos, tanto para agilizar las actividades como para asegurar la consistencia, seguridad y trazabilidad de la información, la tecnología debe evolucionar a tomar un papel de “socio” de innovación operativa y comercial para re-diseñar la estrategia, colaborando en la aportación de ideas y decisiones para habilitar productos y modelos comerciales.
Lo anterior, significa que cada producto, iniciativa comercial y enfoque de oferta al cliente, debe ser acompañado y habilitado a través de una estrategia tecnológica para tener éxito. Es así de simple (y complejo a la vez).
Es donde el laboratorio estratégico, comercial y de negocio, debe habilitar “un asiento” y permitir que la tecnología aporte ideas, soluciones y enfoques para una oferta de valor verdaderamente sustancial, para que ésta (la oferta de valor), no se quede en sólo una conjetura.
2. Reinventar el involucramiento de y hacia la tecnología
Cuanto más tecnológico es el lenguaje, más las personas tienden a alejarse de ella (de la tecnología).
La tecnología necesita cambiar su funcionamiento, integrándose como una competencia más en cada área de la organización, adoptando la agilidad y embebiendo la experiencia como parte del ciclo de innovación, donde todos hablen el mismo idioma.
Ya no se trata de decir “díganle a TI”, sino de involucrar a la tecnología en todas las discusiones, así como involucrarse en las conversaciones tecnológicas, para vislumbrar y aprovechar las nuevas oportunidades que todos los días emergen.
3. Preparar la base para el futuro
Para mantenerse al día con los rápidos avances tecnológicos, las organizaciones deben implementar nuevas arquitecturas tecnológicamente más flexibles, respaldadas por plataformas modulares, que impulsen la ubicuidad, uso y protección de los datos y la información.
Hoy más que nunca, la estrategia y la tecnología deben de caminar de la mano para definir lo que se quiere y el cómo se quiere. Porque sólo la tecnología (hoy por hoy), permite habilitar los diferenciadores de experiencia del cliente.
Los tres aspectos anteriores se leen fácil, pero la realidad es que es un reto de “carrera larga”, una carrera digital, emocionante y con oportunidades maravillosas que hacen que las organizaciones alcancen su potencial. No se trata de una iniciativa que inicia hoy y termina mañana, sino una filosofía organizacional donde las competencias digitales deben ser parte de ADN de tu organización.
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G.
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Por Gustavo Solorio, Co-Fundador de Croop.
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